Una vida salvada merece ser vivida
con dignidad

Repositorio de experiencias

María Varela

"Mi niña"

22/04/2019

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"Depresión", dijeron cuando hablaba de su cansancio exagerado. "Ansiedad", cuando contó que sentía un vacío inmenso en su interior. Cuando confesó que olvidaba demasiadas veces dónde había dejado las llaves, o perdía el hilo del que estaba diciendo... Pastillas para dormir le recetaron cuando describió que le costaba conciliar el sueño. O cuando explicaba que le volaban las palabras arrredor de la cabeza y no acertaba con la idónea. Ella, que era maestra, que tenía un lenguaje delicado y rico. El día que se perdió en la ciudad, se derrumbó. Las avoas advirtieron: "Algo va a pasar". Luego, todos le recomendaban pasear al sol, hacer deporte, descansar... La derivaban al psiquiatra y este receitaba nuevas pastillas que la iban alejando de la realidad. Ella lloraba, a escondidas, pensando que yo no la veía.



Un día de febrero, la ciudad amaneció nevada. Hacía mucho frío. Ella, tal y como la conocí, con sus ojos negros llenos de vida y sus manos finas y suaves, no despertó. Ni su voz dulce y su cuello grande volvieron a ser los mismos. Sonaron las sirenas de la ambulancia que la llevaron a un hospital y luego a otro. Y dos días más tarde estaba en la UVI inconsciente. Y nosotros habíamos pegado la nariz a un cristal y la infancia suspendida en el aire. Nadie tenía respuestas que darnos. Meses después volvió a casa como una niña que está aprendiendo a andar, a la que le cuesta engarzar palabras hasta formar frases enteras. Que cambia los nombres de los hijos por tiendas de ropa y confunde al enfermero con su pequeño de nueve años. Así conocí a mi niña, el ser más frágil y más tierno que nunca había visto. Sus manos eran las mismas que habían peinado mi infancia, pero ya no se movían de la misma manera. Y durante tres años se convirtió en lo más importante de mi vida.


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