Una vida salvada merece ser vivida
con dignidad

Repositorio de experiencias

Lito Vila Baleato

"Ir ganando"

15/04/2019

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Subido en aquel podio de campeón olímpico, cuando los flashes de los periodistas y el estruendo del pabellón hacían prácticamente imposible pensar en nada, su cabecita se volvió a comportar de una manera inusual y lo llevó de golpe con sus pensamientos muy lejos de aquel momento y de aquel lugar.

Su imaginación recordó la imagen de su propio cuerpo acostado en una cama de hospital, donde oía, aunque no veía, a familiares y amigos que se acercaban a aquel cuarto para acompañar a su madre en un momento tan duro.

Sin poder decir nada, Teo escuchaba una y otra vez aquellas machaconas frases sobre lo pobre en que se acababa de convertir a los ojos de los bienintencionados visitantes: "qué lástima, un chaval tan activo y tan fuerte", "no sabemos valorar la salud hasta que la perdemos", "no hay dinero en el mundo para evitar estas desgracias"...

Allí acostado, ausente, pero de alguna manera consciente de todo, sabía que su madre nunca había sido amiga de quejarse, sino de luchar ante las adversidades. Los dos escuchaban ideas que todo el mundo sabía, pero que solo se solían decir cuándo ya era demasiado tarde; palabras que casi todos iban a olvidar rápidamente, en cuanto dejaran atrás las puertas de aquel hospital.

Teo había tardado en acostumbrarse al nuevo Teo. Pero nunca había dejado de luchar. El deporte había sido la boya de la que se había sujeto y de la que ya no se soltó. Primero el campeonato de clubes, después la convocatoria con la selección nacional. Y ahora aquellos Juegos Paralímpicos, ganando partido tras partido hasta llegar a la final.

Para Teo los verbos "perder" y "ganar" habían dejado de ser antónimos hacía tiempo, llenándose de matices, pero con la medalla sobre el pecho, recordó la frase de aquel entrenador que decía que las finales no están para jugarlas, sino para ganarlas.

Un reporteiro, cámara en mano, le hizo una seña para que cogiera la presea y la mordiera.

En aquel instante, y con la medalla entre los dientes, le volvió el sabor del metal del chasis de su coche en aquel fatídico accidente de tráfico que le había cambiado la vida para siempre jamás.

Con ese gusto en la boca, Teo supo que el partido aun no había terminado.

Pero también sabía que, por ahora, iba ganando; y sonrió para la foto.


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